La cultura evidentemente
es un producto de la interacción humana, sin embargo, los contenidos y
significados culturales se diversifican y enriquecen con base en el contexto
histórico-geográfico que les da sustento. En los orígenes de la humanidad
podemos imaginar un panorama paradójico y contradictorio, es decir, la
humanidad se encuentra con una madre naturaleza prodiga en recursos naturales,
benévola y generosa, pero por la otra, salvaje, caótica y mortal. Estas
condiciones iniciales de la vida humana en su hábitat terrestre, en principio
dieron las pautas para la aparición de una incipiente cultura que de manera
recursiva y diacrónica se configuraba y establecía los parámetros socioeconómicos, éticos y morales, de forma
gradual y consistente con su momento histórico.
La cultura vista
desde una perspectiva simbólica se gestaba, empezaba por reconocer formas de
comunicación con signos y símbolos que significaban y resignificaban la
expresión de necesidades básicas y de socialización en ciernes. Sí a partir de
ese momento hubiéramos tenido la capacidad de registrar nuestra memoria
colectiva, seguramente hoy nuestra perspectiva de interpretación y comprensión
de la cultura seria más consistente y congruente con la realidad.
No solo se trata de formar y educar a los estudiantes
universitarios con el propósito de que se familiaricen con los avances
científicos-tecnológicos que le servirán, en el presente y en el futuro, como
puntos de partida para las interminables búsquedas de conocimiento, y para la
adaptación a un mercado laboral cambiante, agresivo y excluyente, sino que,
además es necesario darle una orientación distinta a su formación, promoviendo
una ética y cultura que considere las transformaciones tan aceleradas que se
están dando en nuestra época con una orientación eminentemente humanista, que
tenga como objetivo principal el tener una participación activa en la defensa y
consolidación de los derechos humanos, mejorar la calidad de vida de su comunidad,
la sociedad y su medio ambiente, manteniendo la prevaléncia de nuestros
principios, valores y tradiciones culturales, sobre aquellos de carácter
económico contrarios a la ética humanista, de equidad y de justicia.
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